Hoy estuve mirando viejas fotos. No se qué buscaba o si realmente buscaba algo.
Pero me detuve en una en particular.
Allí estaba yo con mis primos al borde de la pileta que estaba en la casa de mi abuelo.
Tendría unos seis años, siete a lo sumo y el pelo ensortijado me caía sobre la frente.
El niño que fui me miró fijamente. Me interpeló, me hizo recordar antiguas promesas,
me cuestionó caminos tomados.
En esa época no sabía lo que era la inflación, la nostalgia, la tecnología, la rutina.
Ahora sé muchísimas mas cosas que antes.
Pero soy más ignorante.
martes, 19 de julio de 2011
martes, 5 de abril de 2011
El reflejo (Un paréntesis entre tanto sentimiento)
“A menudo los hijos se nos parecen” canta Serrat y se nos eriza la piel. Este verso pinta de manera esclarecedora lo que como padres anhelamos, vernos reflejados en nuestros hijos, mirarlos y encontrar en ellos un vestigio del niño que ya no somos. Ahora bien, la pregunta cae y nos golpea y nos hace pensar ¿Somos siempre un buen ejemplo para nuestros hijos? para responderla hace falta una mirada introspectiva, buscar en nuestras conciencias y contestarnos con la verdad en estado puro, sin ningún tipo de concesiones.
A veces, algún sábado que tengo libre, me acerco al club que está a la vuelta de mi casa y me siento a mirar los partidos de los chicos, esos que corren sin mas satisfacción que la alegría de estar ahí, compartiendo, jugando, divirtiéndose. El otro día estaba viendo un partido definitorio (para los padres, para los chicos son todos iguales) y me asombré al ver a un mayor gritándole a su hijo, reprochándole que no corría, que metiera y no se cuantas otras cosas más. Me alejé y me puse a reflexionar de por qué los chicos, luego, hacen actos que no podemos creer y decimos cómo pudo haber sucedido.
En esos años “dorados”, para los chicos somos un espejo en el cual ellos se ven constantemente reflejados y tratan de imitarnos, somos su guía, su luz en la oscuridad.
Ellos pueden ver a su padre/madre, asimilar lo que están haciendo y después vienen los problemas en la escuela, el club o el hogar.
Lo explica Beatriz Saal, licenciada en ciencias de la educación: “La sobreexigencia nunca da buenos resultados. Un chico muy exigido puede representar trastornos en el vínculo con su grupo familiar o sus compañeros”
Pero estos problemas que pueden surgir no necesitan de fórmulas mágicas, sino de algo elemental en toda familia, la comunicación; saber comprender, saber esperar, saber actuar, saber aconsejar, saber quién es nuestro hijo.
La doctora Maria Ageitos, consultora de UNICEF aclara: “Las modas, las presiones sociales o las propias frustraciones llevan a los padres a querer moldear chicos que logren sobresalir del resto”
lunes, 10 de enero de 2011
Ojos
Los vi iluminar la noche mas cerrada y jugar a ser el sol
Los vi murmurar verdades y contener la melancolía
Los vi
Los vi encandilar la primavera
y regalar resplandores
Los vi
Los vi refugiarse en una estrella
y ser la envidia del firmamento titilante
Los vi
Los vi sanar heridas
y derrumbar imperios
Los vi
Los vi y me vi reflejado en ellos
Fui feliz
Los vi murmurar verdades y contener la melancolía
Los vi
Los vi encandilar la primavera
y regalar resplandores
Los vi
Los vi refugiarse en una estrella
y ser la envidia del firmamento titilante
Los vi
Los vi sanar heridas
y derrumbar imperios
Los vi
Los vi y me vi reflejado en ellos
Fui feliz
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