miércoles, 27 de enero de 2010

La precuela del lenguaje actual (un paréntesis entre tanta nostalgia)

El inefable universo de frases y palabras que se repiten cotidianamente, encierra en su significado historias de tiempos antiquísimos que la tradición oral y escrita ha ido posibilitando su conocimiento y posterior aplicación en el arte de comunicarse.
Muchas personas suelen ufanarse de su avezado conocimiento del lenguaje y de la pericia que demuestran en el manejo del mismo. Por ello, el interrogante surge por decantación ¿conocerán esos eruditos el origen de los términos que ellos tanto utilizan?
Hurgando en el génesis de las palabras, la búsqueda depara extravagancias y particularidades al por mayor. Es el caso de peluca: herencia del francés perruque, originada a su vez en perroquet, loro. El apodo de loros se les daba a los funcionarios de la justicia, cuyas grandes pelucas les daban cierta semejanza con esa ave.
Bigote es otro ejemplo esclarecedor de la oscilante ruta del idioma. Se origina del juramento Bei Gott que en el siglo XVI pronunciaban los soldados alemanes reclutados por Carlos V de Alemania. El ritual venia acompañado del gesto de pasarse el índice de la mano derecha sobre el labio superior. Así Bei Gott varió a bigote.
Uno de los rasgos distintivos del nacimiento de algunos vocablos es la estrecha relación que supieron tener con reyes y príncipes de las más variadas épocas. Mausoleo certifica fehacientemente este enunciado. Tomado de Mausolos, rey de una región de Grecia quién murió en el año 353 a.C. Su viuda ordenó la construcción de una tumba colosal que figuró entre las siete maravillas del mundo. Tenía una altura de 40 metros y coronaban la obra celebérrimas esculturas. En la actualidad se aplica a sepulcros imponentes y de grandes dimensiones.
Del mismo modo los países tienen en sus nombres, historias atiborradas de enigmas y misterios. A pesar de muchas versiones en cuanto al origen de España, se puede manifestar que surgió del término cartaginés Span, conejo. Era la “tierra de los conejos” porque, según los cartagineses, esos animales habían hecho su hogar en la región.
Escudriñando en los recovecos del idioma castellano, las frases también juegan un papel preponderante en las conversaciones diarias. Quién no ha pronunciado alguna vez “la tercera es la vencida” aludiendo a que en esa oportunidad la empresa llevada a cabo terminaría felizmente. Sin lugar a dudas, nadie ha sospechado que al decirla se entrecruzan con el Imperio Romano. La historia se remonta a la distribución de las legiones romanas, que para el combate se dividían en tres filas. En la primera iban los soldados novatos, provistos de armas livianas. Los seguían los de mayor edad, con un equipo más pesado. Y en la tercera línea estaba la elite de la legión, compuesta por veteranos de valor que tenían históricas batallas en su haber. Los que ocupaban ese lugar eran los terciarios, que entraban en acción cuando la primera y segunda línea no podían doblegar al enemigo, y solían asegurar la victoria para el bando Romano.
Otra de las frases que guarda reminiscencias con siglos pretéritos es “bajar los brazos”: en la antigüedad cuando algunos pueblos bárbaros se disputaban un derecho o un bien, los rivales debían someterse a una prueba que consistía en pararse espalda contra espalda con los brazos extendidos a la altura de los hombros. Perdía la confrontación quien primero los bajaba.
El espiral de fruición y seducción que embarga a quien emprende la tarea de conocer el origen de algo que está tan ligado a lo cotidiano es inabarcable. Casi como la esencia misma del lenguaje.

5 comentarios:

  1. "El espiral de fruición y seducción que embarga a quien emprende la tarea de conocer el origen de algo que está tan ligado a lo cotidiano es inabarcable. Casi como la esencia misma del lenguaje". Excelente.

    Abrazo!

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  2. Habia comentado,pero se ve que se borro...siento orgullo y felicidad al leerte...
    Paus*

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